Los debates programados en una campaña electoral, son una oportunidad para que los candidatos expongan sus propuestas y las contrasten con las de sus oponentes teniendo como principal objetivo el de convencer, persuadir y fidelizar seguidores.
Los debates como herramienta permite a los asesores, estrategas, consultores, analistas y al público en general, evaluar en cada candidato aspectos relacionados con la imagen personal, la expresión no verbal, el estilo de comunicación, la coherencia en el desarrollo de los temas ciudadanos y la capacidad de oratoria de utilizada.
Antes de adoptar una decisión sobre la estrategia para asumir un debate es importante que el candidato entienda que para triunfar hay que luchar, y la primera batalla que hay que ganar es la de salir de la zona de confort que brinda el miedo. Es muy difícil perder el miedo, por eso en este caso hay que vencerlo.
Vencer el miedo para asumir un debate, permite determinar el tamaño del monstruo al que se va a enfrentar y por supuesto diseñar las estrategias con las cuales se le hará frente.
Definidas las estrategias a utilizar en el debate, lo que sigue es una etapa de preparación donde la parte mental, física, personal y la temática ocupan un lugar de privilegio.
Ensayar rodeado de su equipo de asesores, brinda al candidato la oportunidad de escucharse, visualizarse y tomar confianza recibiendo recomendaciones para mejorar su presentación.
No es recomendable memorizar palabras y/o frases creyendo que eso les dará una ventaja. No lo haga, porque al memorizar se corre el riesgo, por nerviosismo, de olvidar una palabra clave que seguramente le hará perder la coherencia de lo que quiere expresar.
El día anterior al debate, relájese. Dedique tiempo a hacer, suavemente, ejercicios físicos y de respiración. No intente relajarse el mismo día del debate, adecúe su cuerpo y su mente a la relajación cuando aún no esté en escena, porque si lo hace minutos antes del debate no servirá de mucho.
Mantenga siempre una actitud de humildad y de optimismo. Reconozca que así se haya preparado muy bien puede haber un contrincante que sabe más que usted. Piense que va a ganar el debate. Esta actitud le brindará la oportunidad de recoger lo que ha sembrado en su mente.
Vale la pena ir al debate o no, es una de las primeras preguntas que debe responder el candidato, la campaña y/o su grupo de asesores o consultores. Si se acepta concurrir a un debate, el candidato se juega una parte importante de su campaña. Si decide ir, debe preguntarse qué gana o qué pierde y si rehúsa ir al debate, qué gana o qué pierde?
Cada debate tiene su propio formato por lo que algunos detalles menores deben ser considerados al momento de asumir la responsabilidad de asistir: qué vestuario llevar; cuál es el auditorio y su tamaño; en qué lugar se va a sentar; cuántos asesores le pueden acompañar; hablará de pie, con micrófono, con atril, sentado; cuál y cómo es el formato de temas, preguntas y tiempo para responder, son algunas de inquietudes a tener en cuenta.
Uno de los objetivos del debate es el de impactar a la audiencia. Solo lo logra el candidato por el reconocimiento de su trayectoria y la cercanía que transmita con la gente, por la sencillez de sus planteamientos, por el tono de voz utilizado, por la imagen en general, por el vestido llevado y por la capacidad o demostración de lograr acuerdos y consensos ciudadanos. Todo lo anterior conlleva a generar confianza que es en definitiva lo que se quiere alcanzar al finalizar un debate en la campaña electoral.
