apuntes

UN GALLINERO

Lunes, 30 de Septiembre del 2024
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El paisaje político colombiano, muestra una cruda imagen: la política es como un gallinero, desorganizado, lleno de ruido y confusión, en el que se libra una lucha constante por controlar el espacio y el alimento. Este paralelismo refleja la permanente dinámica de competencia y conflicto que predominan en el ámbito político, donde quienes actúan parecen más preocupados por consolidar su poder que por colaborar en la búsqueda de soluciones a los problemas sociales de las comunidades.

En un gallinero cada ave lucha por tener su espacio y alimento. En la política, esta misma lógica se aplica a la pugna por votos, financiamiento y posiciones de poder, razón por la que la competencia por atraer la atención de los ciudadanos genera un ambiente de permanente rivalidad. Así las cosas, el resultado no es otro que un entorno lleno de intereses personales que prevalecen sobre los objetivos colectivos, exacerbando las divisiones, en lugar de fomentar la cooperación para que todos ganen.

Al igual que en un gallinero donde existen claras jerarquías entre las aves, en la política sucede lo mismo cuando los líderes establecen su dominio a través del control de recursos y de la influencia sobre las dependencias de las instituciones. Sin embargo, este tipo de posiciones generan tensiones internas y rivalidades, perjudicando no solo la calidad de la gobernanza, sino que también contribuye a la creciente oposición ciudadana por lo que, para muchos, el sistema parece estar diseñado más para proteger los intereses de una élite política que para servir al bien común.

Por otro lado, el cacareo permanente en un gallinero se puede interpretar como una metáfora del ruido mediático que hoy domina el espacio político. Los discursos, las promesas y las declaraciones llenan de titulares los medios de comunicación, pero en este remolino de información, surge también un peligro: la desinformación. La saturación de datos, muchas veces contradictorios, confunde a los ciudadanos, quienes se ven abrumados y tienen dificultades para discernir qué es verdad y qué no lo es. Así las cosas, la capacidad de tomar decisiones informadas se ve comprometida, afectando la calidad de los debates electorales y dificultando el ejercicio del voto consciente.

Tal como cada gallina tiene sus propias necesidades, igual, en la política cada dirigente, grupo o partido persigue su propia agenda. Este fenómeno no solo lastima la gobernanza, sino que refuerza la tesis de que el sistema político, en estas condiciones, es disfuncional e incapaz de responder a las demandas reales de la población.

Finalmente, lo ideal es que la política no sea un gallinero caótico. La responsabilidad de transformar este ambiente recae tanto en los líderes políticos como en la ciudadanía al momento de tomar sus decisiones. Es fundamental que reconozcamos la importancia de construir un espacio más colaborativo, donde prevalezca el bien común sobre los intereses personales.
El desafío está en nuestras manos: superar el ruido y la confusión del gallinero para hacer de la política una actividad más eficaz, en la que la cooperación y los consensos predominen sobre la división y el conflicto.

Imágen de >>> Ferran Martín

Mauricio Mejía López

Asesor Político

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