Inicio / CUANDO LA CALLE DA LA ESPALDA
La desaprobación registrada, en las recientes mediciones de opinión, sobre la gestión de Alejandro Eder como alcalde de Cali, deja un paisaje nublado y poco alentador para su gobierno y para la ciudad. Inicialmente, la ciudad parece haberse distanciado de su alcalde, retirándole el respaldo que alguna vez le otorgó en las urnas. Más claro, “la calle”, ese termómetro que aplaude o condena, le ha comenzado a dar la espalda.
Los diversos resultados negativos coinciden con la creciente sensación de desconexión que se vive en muchos de los sectores de las comunas populares y de clase media, que votaron masivamente por el alcalde y donde, al inicio de su gestión, al menos había un voto de esperanza.
Perder “la calle” no es un mero eufemismo político. En una ciudad como la nuestra, esta constituye el espacio donde, inicialmente, se fabrica la legitimidad. Es el lugar donde confluyen la crítica y el respaldo, los aplausos y las protestas. Es en “la calle” donde las gentes no solo manifiestan su estado de ánimo, sino que también aprovechan para exigir soluciones inmediatas. Por lo tanto, cuando “la calle” comienza a desconfiar de su alcalde, la gobernanza se vuelve frágil y aumenta el peligro de que las demandas o reclamos populares sean más disruptivos.
Varias son las razones de la desconexión del mandatario local. Aquí las más relevantes: la imperfección en el empalme; la falta de arraigo del gobernante; la ausencia de una reforma administrativa; el “equipucho” de gobierno; los “mercenarios” que llegan y se van; la inexperiencia o poca capacidad gerencial en temas de gobierno; la incontrolable inseguridad; el evidente “desgreño” en la movilidad; el incumplimiento de las propuestas de campaña; las equívocas decisiones en la hacienda pública; el inquebrantable apego al “chontinuimo”; el creerse “Superman”; su deseo de ser como Char; la falta de propuestas y soluciones de fondo en los temas del agua; su prematura ambición por ser presidente del país; su lenguaje, su tono y su traje de “gomelo”; los anuncios “históricos” como si fuéramos “cafres”; su “sordera” crónica, la superficialidad de su discurso, y el loco deseo de buscar siempre la luz de los “reflectores”. Estas son solo algunas razones sobre las que en algún momento podemos profundizar.
La realidad sugiere serios desafíos para el alcalde y su administración. De nada sirve replantear la estrategia de comunicación si esta no se acompaña de resultados claros, precisos y tangibles que, ante todo, evidencien la voluntad de corregir el rumbo. El alcalde debe entender que ¨la calle” no se recupera con discursos superficiales, vacíos e incoherentes, sino con hechos que alivian las principales preocupaciones de los caleños: reducir la criminalidad, optimizar la movilidad, generar fuentes de trabajo reales, destrabar la ejecución de proyectos de infraestructura y, en general, apostarle a mejorar la calidad de vida en los barrios donde, día a día, la brecha de la desigualdad es cada vez más grande.
La crisis de legitimidad y confianza retratada por las encuestas deja, sin embargo, una ventana abierta para la rectificación. Para reencauzar la situación, el alcalde tendrá que arremangarse la camisa y el pantalón para salir de la burbuja en la que se encuentra, reconocer sus errores, aceptar la crítica sin defensas excesivas y volcarse con acciones concretas hacia los sectores de la ciudad que se sienten desatendidos.
Si deja pasar esta oportunidad, el costo político y social puede escalar de manera irreversible. En la ciudad que se enorgullece de su “rumba” y su temple, el mayor desaire para un gobernante es que “la calle” se muestre indiferente o, peor aún, hostil. Por eso, en esta coyuntura, los datos de desaprobación no deben verse como simples estadísticas desfavorables, sino como un llamado de atención: Alejandro Eder todavía puede reencontrarse con la ciudad, pero el tiempo apremia y la ciudadanía ya ha demostrado que su paciencia tiene un límite.
Finalmente, Cali no reclama imposibles, sino medidas concretas que desciendan de los planes al terreno de la acción efectiva. Reconstruir puentes con la gente no es sencillo, pero es indispensable para recuperar la confianza perdida. “La calle”, en este caso, permite restaurar esa relación de confianza sin la cual es imposible gobernar con legitimidad.
Especialista en Marketing Estratégico
Cali - Colombia
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