CON EDER NADA REVIVE

Con la esperanza de revivir a Cali, la comunidad depositó su confianza en el nuevo alcalde. Sin embargo, los primeros días de su gestión han sido marcados por la falta de claridad en las finanzas, el incremento en la percepción de inseguridad, el caos en la movilidad y la desidia en la implementación de indispensables programas sociales.

Uno de los pilares fundamentales de la administración es la estabilidad financiera, sustento necesario para impulsar políticas públicas efectivas. Sin embargo, la falta de claridad en las finanzas Distritales persiste, arrojando dudas sobre la viabilidad de los proyectos propuestos y generando inquietud en la comunidad respecto de la transparencia en el manejo de los recursos.

Independientemente de las cifras, el incremento en la percepción de inseguridad es un síntoma de la falta de liderazgo y estrategia. A pesar de las promesas de campaña, de abordar este problema de manera efectiva, la realidad en las calles es cada vez más preocupante. Los ciudadanos se sienten desprotegidos, mientras el crimen y la violencia campan a sus anchas, sin que se ofrezcan respuestas contundentes.

La movilidad urbana, sin brújula, convertida en un auténtico desastre sobresale por el caos en el tráfico, por la falta de planificación en el transporte público y la ausencia de medidas efectivas para promover alternativas sostenibles conectadas con las necesidades reales.

La implementación de programas sociales, diseñados para mejorar la calidad de vida de los más vulnerables, ha sido un fracaso. La ausencia de memoria histórica ahora convertida en burocracia inútil, más la ignorancia de la hacienda pública y la falta de coordinación institucional han impedido que estos programas despeguen, socavando el intento de reducir la brecha de desigualdad en la ciudad.

Las zonas verdes y los andenes, las fuentes luminosas y los espacios vitales para el esparcimiento, al igual que el ornato público están tomados por basuras y escombros, reflejando falta de compromiso con el cuidado del entorno y el bienestar de la comunidad.

Además de estos desafíos, la inoperante estructura administrativa del gobierno cargada con la excesiva presencia de inútiles asesores y personal ajeno a la ciudad, muchos de ellos sin experiencia ni conocimiento del sector público local, refleja una falta de criterio en la selección de los colaboradores y pone en duda la capacidad del gobernante para rodearse de un equipo competente y comprometido con el servicio público.

Por si fuera poco, las frecuentes ausencias del alcalde — justificadas bajo el pretexto de buscar recursos en el extranjero — no han generado, hasta ahora, resultados tangibles ni beneficios palpables para la ciudad, debilitando aún más la confianza en su capacidad de liderazgo.

Ante este panorama, es imperativo que el gobierno revise sus prioridades, reconociendo las carencias y errores cometidos; trazando, a partir del Plan de Desarrollo, una hoja de ruta clara y realista que le apunte a la recuperación y al progreso de la ciudad.