En política electoral, los tiempos no se improvisan. Quien cree que una campaña comienza cuando se anuncia públicamente la candidatura, está llegando tarde. Las campañas, si se quieren ganadoras, se incuban mucho antes de que el electorado escuche el primer eslogan.

En nuestro medio, para el caso de los cargos unipersonales de elección popular, la pregunta no es cuándo lanzar una campaña, sino cuándo comenzar a prepararla. La respuesta es clara: dos años antes del día de la elección. No es una fórmula, es una exigencia estratégica.

No siendo un evento, sino un proceso, la clave en las campañas exitosas está en entender —y ubicar en el tiempo— la diferencia semántica entre preparar una campaña y hacer una campaña.

En nuestro país, donde los procesos electorales se adelantan con fechas fijas que determinan la realización de las elecciones, la preparación estratégica de una campaña electoral exige un ciclo de al menos 24 meses, dividido en fases con objetivos diferenciados:

𝗙𝗮𝘀𝗲 𝗱𝗲 𝗮𝗱𝗮𝗽𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻

Es un período de contención y observación. Para los elegidos y posesionados, es tiempo de anunciar y comenzar a consolidar la gestión. Para los derrotados, es el momento de hacer autopsia electoral: entender por qué se perdió, qué falló, quién falló y por qué. Para los nuevos aspirantes, es el momento de analizar con lupa lo sucedido. Hasta aquí no hay necesidad de mover fichas, pero sí de saber leer el tablero.

𝗙𝗮𝘀𝗲 𝗱𝗲 𝗽𝗼𝘀𝗶𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼

Es el momento de redefinir el perfil político del candidato y de construir —o adecuar— una narrativa que lo ubique en el mapa del imaginario colectivo. En este tramo es imprescindible contar con el consultor político y el jefe de campaña. Las decisiones que se empiezan a tomar en esta fase constituyen la columna vertebral de la arquitectura sobre la que se construirá el resto de la campaña.

𝗙𝗮𝘀𝗲 𝗱𝗲 𝗽𝗿𝗲𝗽𝗮𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻

Es el corazón del proceso. Desde los 18 meses antes de las elecciones (en ciclos de 4 años), debe estar en marcha la maquinaria: investigación de opinión pública, análisis de rivales, estructura territorial, presupuesto, reclutamiento de especialistas, entrenamiento del candidato, simulacros de crisis, planificación mediática y preproducción de contenidos. Es, sin duda, el momento de afilar el cuchillo.

𝗙𝗮𝘀𝗲 𝗱𝗲 𝗲𝗷𝗲𝗰𝘂𝗰𝗶𝗼́𝗻

Aquí no se define estrategia: se ejecuta. Los mensajes ya deben estar probados, los voceros alineados, los recursos disponibles y activados. Este tramo es pura implementación. Todo lo que no se preparó antes se convierte en vulnerabilidad.
Es cuando, manteniendo el control de los tiempos, se debe construir una narrativa sólida, identificar oportunidades estratégicas y tácticas, y actuar con precisión. Es el momento en el que los consultores trabajan bajo máxima exigencia y sin margen de error.

𝗖𝗼𝗻𝗰𝗹𝘂𝘀𝗶𝗼́𝗻

La preparación de una campaña electoral no empieza cuando el calendario lo permite. Comienza cuando el liderazgo político asume que cada elección se gana primero en la estrategia. El tiempo óptimo: 24 meses antes. Ese margen permite ordenar lo complejo, anticipar lo incierto y construir lo imprescindible: una candidatura con posibilidad real de victoria. Todo lo demás es improvisación.