apuntes

CONTRAATACA SIN IMPROVISAR

Jueves, 10 de Julio del 2025
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En política, la imagen no es un retrato, sino un activo. No es un reflejo, sino una cuenta bancaria simbólica de confianza pública. Construirla requiere décadas de disciplina, coherencia y talento; destruirla, basta un titular mal manejado. Esta dicotomía —la lentitud de construir, la rapidez de destruir— separa a los novatos de los verdaderos profesionales del poder.

En política, todo el que aspire a perdurar debe memorizar una verdad incómoda: tarde o temprano será atacado. La política, por definición, es una competencia. Y toda competencia tiene un precio: convertirse en blanco de quienes desean ocupar tu lugar. Pero eso no es lo que destruye una reputación. Es la reacción. O la ausencia de ella.

Un ataque político bien dirigido afecta más la percepción que la realidad. Lo que cree el público suele pesar más que la verdad objetiva. Por eso la defensa no se improvisa. Se previene. Se anticipa. Y cuando estalla la crisis, se aplica con frialdad: diagnóstico preciso, estrategia clara, enfoque en el público clave y mensaje conciso.

En estos escenarios, no hay lugar para la mentira. Ni excusas para la arrogancia. Mucho menos para la incoherencia estratégica. Defenderse no es gritar ni mucho menos enmudecer, es comunicar. Es elegir y actuar en el campo de batalla, no cederlo. Es blindar la reputación sin abrir frentes innecesarios. Recuerda que hay normas obvias, pero algunas veces se olvidan en la urgencia: ser prudente vale más que una disculpa forzada. Responder en el mismo canal evita amplificar el daño. Ser breve y sincero desarma la especulación. Reconocer el error, si existe, es más rentable que negarlo. Cada silencio calculado y cada palabra justa alimentan el intangible que respalda a todo político/gobernante: su credibilidad.

No se trata solo de sobrevivir a un ataque, sino de aprender a usarlo como impulso. Porque un buen contraataque puede ser un salto cualitativo: reposiciona, aclara y reafirma el liderazgo. El político/gobernante que entiende esto deja de temer al debate y empieza a temer, con razón, a la improvisación.

Finalmente, la reputación es un bien frágil y valioso. La que hay que construir y cuidar con la paciencia de un artesano, pero al defenderla hay que hacerlo con la táctica de un general. Si se pierde, no habrá campaña o gobierno exitoso, ni legado, ni futuro. Solo historia. Y la historia, en política, solo graba los nombres de quienes supieron resistir y actuar con inteligencia.

Mauricio Mejía López

Especialista en Marketing Estratégico

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